Lo hacemos constantemente, todos prejuzgamos y somos prejuzgados.
¿Por qué no empezar estableciendo qué significa?. Como la propia palabra nos dice prejuzgar es emitir un juicio apresurado, es decir, elaborar una opinión de algo o de alguien sin tener suficientes elementos previos que argumenten dicho concepto.
No es ningún misterio, somos vagos y nos encanta lo fácil. Son numerosas las ocasiones en las que vemos a una persona y le atribuimos determinadas características simplemente por su apariencia o el grupo al que pertenece, podríamos tomarnos tiempo para conocerla, reflexionar y analizar racionalmente a esa persona, pero eso sería complicarnos la vida. Al igual pasa con las situaciones, los lugares y nuestros deseos, los prejuzgamos e imaginamos en lugar de conocer, experimentar y atrevernos para comprobar si nuestras suposiciones son ciertas o no. Presuponer nos hace la vida más fácil, pero lo sencillo no siempre es bueno.
¿Os hacéis una idea de la gente y lugares que nos hemos perdido por nuestros prejuicios?
Siempre me han gustado los cuentos, ya de pequeña devoraba libros de fábulas. Y ahora de mayor me encantan usarlos como ejemplo cuando me cuesta explicar algo con palabras. A continuación os dejo uno de Paulo Cohelo que ejemplifica todo lo que os he contado.
Estaba en la playa una niña con su padre y él le pidió que probara si la temperatura del agua era buena. Ella tenía cinco años y se entusiasmó al ver que podía ayudar; fue hasta la orilla del mar y se mojó los pies.
-Metí los pies. Está fría- le dijo.
El padre la tomó en brazos, fue con ella hasta la orilla del mar y sin ningún aviso la tiró dentro del agua.
Ella se asustó pero después se divirtió con la broma.
-¿Cómo está el agua?- preguntó el padre.
-Está buena- respondió.
-Entonces, de aquí en adelante, cuando quieras saber alguna cosa, zambúllete en ella.
(Paulo Coelho–Brida)
Con amor, A.